martes, 21 de mayo de 2013

MODELO PEDAGOGICO




Responsable: Diana Rojas



Desde una Mirada democrática y participativa, la IED liceo del sur Victor de lima, más que matricularse en un modelo pedagógico considera que debe tener claro ciertos elementos teóricos que sustenten su quehacer pedagógico.


A continuación se presentaran los elementos teóricos que deben orientar cada acción que se desarrolle en los espacios formales e informales de la institución:


Desplazar la preocupación por la enseñanza de las conceptos y teorías a la construcción y comprensión de fenomenologías es un enfoque particular desde el cual se asume el ejercicio pedagógico con una postura epistemológica fenomenológica. 


La fenomenología ,se dedica a la comprensión de fenómenos, no de hechos. El fenómeno se muestra a sí mismo y por si mismo, aquello cuya existencia es precisamente su apariencia. Esta apariencia es lo que hay que describir e interrogar.


Hablar del fenómeno no es un mero giro del lenguaje. Hablar de fenómeno y fenomenologías nos ha colocado en una perspectiva que cobija compromisos epistemológicos y ontológicos que hacen que consideremos que los maestros y estudiantes ya tiene su mundo a la mano como el campo de acontecimientos sobre el cual pueden hablar y proceder. 


Una diferencia entre objeto y fenómeno como instancia ordenadora de las preguntas metafísicas por la cosa en sí y la subsecuente renuncia a tal pregunta. Procurando no hacer reducciones se trata de atender a, por lo menos, las siguientes condiciones: el objeto de investigación no se define ni se limita a priori, los hechos no se organizan por sí mismos ni tampoco sus significados. 


Esto es lo que queremos indicar cuando afirmamos que el fenómeno es un aparecer que no deviene en apariencia que indique una relación de ocultamiento con el mostrarse, cuando se aparece no se oculta. Esta discusión es útil en la medida en que permite cuestionar aquello que se multiplica o se confunde con términos como apariencia, simple apariencia, evidencia inmediata, y que se desenmarañan en un cierto sentido cuando se comprende que el fenómeno es aquello que se muestra en sí mismo. (Heideger, M. 1951). Pero este no es más que un enunciado formal del significado de fenómeno.


Tratar con estas distinciones visibiliza las rupturas epistemológicas y ontológicas sobre las consideraciones acerca de las nociones de mundo y de realidad humana que plantea la fenomenología.


Tomado el fenómeno como lo que se muestra a sí mismo, lo que aparece, se renuncia a la esencia del mundo incognoscible para la conciencia. Lo que el mundo es para la conciencia es lo que aparece, más sin embargo, el mundo sólo es en la medida que se aparece a la conciencia.


Se pueden entonces hacer notar las condiciones de la conciencia. Husserl, afirma que la conciencia existe en la medida en que es conciencia de algo. Adicionalmente, Heidegger establece la proximidad entre el indagador y lo indagado, es así como para la realidad humana existir es siempre asumir el ser, es decir ser responsable de él, en vez de recibirlo desde afuera. Este asumir que caracteriza la realidad humana implica una comprensión. En efecto, la comprensión no llega como una cualidad externa, es una propia manera de existir.[1] 


Por tanto, la fenomenología se dedica a la comprensión de fenómenos, no de hechos. El fenómeno se muestra a sí mismo y por si mismo, aquello cuya existencia es precisamente su apariencia. Esta apariencia es lo que hay que describir e interrogar.


Para la fenomenología no hay realidades ocultas detrás de hechos, todo hecho no puede ser tratado como hecho, es decir, aislado de todo lo demás, acogido por la introspección o por la observación empírica. Tratar con fenómenos es considerar manifestaciones de la realidad humana realizándose a sí misma bajo la forma de “

Esta aproximación fenomenológica requiere una precisión adicional: el fenómeno es una manera de aprender el mundo; en el sentido heideggeriano, el fenómeno no es un accidente, sino un modo de existencia de la conciencia, una de las formas en que comprende su ser-en-el-mundo, o como dijimos anteriormente de las posibilidades del fenómeno, las organizaciones que hemos presentado anteriormente son intenciones de la conciencia, no existencias a priori.

La pertinencia para lo pedagógico de una postura fenomenológica es la innecesaridad de vincular el mundo cotidiano de los niños, al mundo de las disciplinas, al mundo de las ciencias del conocimiento para hacer significativo el aprendizaje y en esta línea estamos mirando el deber ser de la institución educativa como una actividad cultural. 

Pensar lo pedagógico como una actividad cultural hace que conceptos como competencia, desempeño, desarrollo humano, entre otros, estén muy presentes en nuestra reflexión profesional. 

El Desarrollo humano connota la calidad frente al aprendizaje y el crecimiento como personas, sociedad, ciudad y país, cabe asumir que desarrollarse como personas implica: 

· Aprender a ser humano, en todas las dimensiones que esto conlleva. 

· Aprender a conocer el mundo, el universo, a los demás, a todo lo que existe y coexiste con nosotros, a comprenderlo, respetarlo y ayudar a su mejoramiento. 

· Aprender a usar, a transferir, a utilizar racionalmente todo lo que se es y se hace. 

· Aprender a construir la convivencia pacífica y armónica que posibilite la paz y el progreso. 

Es decir el desarrollo humano tiene que ver con todas las acciones y programas que dignifiquen la vida de los seres humanos. 

El desarrollo es un medio de promover el mejoramiento general y el alcance de objetivos específicos, así mismo como una técnica social de promoción humana y de movilización de recursos humanos que contribuye con los planes integrales de desarrollo y que atiende básicamente al proceso educativo y a la promoción de cambios en los pequeños grupos. 

Este concepto de desarrollo humano está vinculado al concepto de competencia. El Decreto 1290 hace referencia al “Desempeño del estudiante”, esta expresión está asociada al concepto de competencia. Este concepto como tal se comenzó a estructurar en la década del sesenta con base en dos aportaciones: la lingüística de Chomsky y la psicología conductual de Skinner. Chomsky (1970) propuso el concepto de competencia lingüística como una estructura mental implícita y genéticamente determinada que se ponía en acción mediante el desempeño comunicativo (uso efectivo de la capacidad lingüística en situaciones específicas), por lo cual este autor siempre opone en el marco de su gramática generativa transformacional competencias desempeño. A partir de esto, el concepto de competencias comenzó a tener múltiples desarrollos, críticas y reelaboraciones, tanto en la lingüística como en la psicología (conductual y cognitiva) y en la educación. 

La psicolinguística y la psicología cultural enfatizan en la competencia como un concepto que está en la base de la interacción de la persona con el entorno. En este sentido, están las elaboraciones de Hymes (1996), quien plantea el concepto de competencia comunicativa como el empleo efectivo del lenguaje y de la lingüística en situaciones específicas de comunicación, teniendo en cuenta las demandas del entorno. 



En una vía diferente, pero también con un enfoque contextual, están los aportes de la psicología cultural que tienen como principal representante a Vigotsky (1985) y que han sido planteados por autores como Torrado (1995, 1998). En esta línea básicamente se ha propuesto que las competencias “son acciones situadas que se definen en relación con determinados instrumentos mediadores” (Hernández et al., 1998, p. 14). 



Son acciones situadas en el sentido de que tienen en cuenta el contexto en el cual se llevan a cabo. Ahora bien, dichas acciones se dan a partir de la mente; la mente se construye en relaciones sociales y es actualizada por la cultura (Vigotsky, 1985; Brunner, 1992). En general, la psicología cultural le ha aportado al concepto de competencias el principio de que la mente y el aprendizaje son una construcción social y requieren de la interacción con otras personas, estando la idoneidad influenciada por el mismo contexto (Tobón, 2006). 



Con los cambios sociales, políticos y económicos, en 2008 Tobón propone definir las competencias como procesos complejos de desempeño con idoneidad en un determinado contexto, con responsabilidad. 



De tal manera, el concepto de competencia nos conecta con el pensar en los procesos . Asi los procesos son acciones que se llevan a cabo con un determinado fin, tienen un inicio y un final identificable. Implican la articulación de diferentes elementos y recursos para poder alcanzar el fin propuesto. Con respecto a las competencias, esto significa que estas no son estáticas, sino dinámicas, y tienen unos determinados fines, aquellos que busque la persona en concordancia con las demandas o requerimientos del contexto. 

En este sentido el desempeño está ligado a los procesos , puesto que para dar cuenta de dichos procesos se debe considerar la actuación en la realidad, que se observa en la realización de actividades o en el análisis y resolución de problemas, implicando la articulación de la dimensión cognoscitiva, con la dimensión actitudinal y la dimensión del hacer.





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